lunes, 8 de febrero de 2010

Acerina.




Quiero compartir con tod@s este cuento que escribí hace algún tiempo y que creo que nos debe invitar a reflexionar sobre el significado de la canariedad. Si alguién quiere reproducirlo lo único que le pido es que haga referencia al nombre de su autor. Espero que les guste.



ACERINA

Cuando era niño, y aun entendía el lenguaje de la naturaleza y de las aves, los vientos que recorren nuestras islas me hablaron de una vieja leyenda que nunca en mi vida podré olvidar. El alisio me contó en una hermosa noche clara y serena, frente a las costas de La Isleta, la historia de una joven pardela cuyo nombre era Acerina y que había vivido hace ya mucho tiempo en la isla hermana de Lanzarote, cuando aun en ella vivían los humanos en paz y armonía con los animales y las plantas.

Por aquel entonces numerosas bandadas de pardelas volaban libres y felices sobre las volcánicas costas lanzaroteñas, sin miedo a ser capturadas o a perder su rumbo deslumbradas por las luces de las actuales ciudades. Aquel paraíso era conocido por las aves marinas con el nombre de Titeroygatra.

Acerina no solía participar en los juegos y piruetas que sus amigos y amigas hacían en las rompientes del bravo mar. Tampoco le prestaba atención a todo lo que le rodeaba; los tubos volcánicos, los hombres y mujeres que junto a ella vivían en la isla, sus tradiciones y costumbres, su arte o su espíritu libre. Siempre se la solía ver en una peña mirando al horizonte con tristeza y melancolía, viviendo a espaldas de todo lo que pasaba a su alrededor, como si ella tuviera un mundo propio. Lo único que conseguía sacarla de su letargo eran las historias de tierras lejanas que traían las aves migratorias que descansaban en su isla camino del continente próximo.

Mientras escuchaba historias de playas lejanas y de océanos azules, de verdes prados y enormes trigales, de barcos que se aventuraban en mares tenebrosos y de altas pirámides era feliz, aunque al final de las mismas volvía a su mundo interior lamentando su suerte por no vivir en esos mundos tan lejanos y maravillosos.

Un día en que, como siempre soñaba sobre una roca, el azar hizo que conociera a tres gaviotas viajeras que habían llegado a la isla en busca de descanso y que estaban maravilladas por todas las cosas que Titeroygatra les ofrecía.

Éstas le contaron un sin fin de historias sobre tierras lejanas llenas de misterio, de hombres con corazas de hierro y de raros animales en los que estos se montaban para galopar. Cada nueva historia daba más tristeza a Acerina, a la vez que la iban llenando de fuerzas para atreverse a lanzarse al océano en busca de mejores lugares en que vivir.
Esa noche, por fin, decidió dar el paso y marchó tras sus nuevos amigos a cumplir sus sueños.

Tras muchos días de viaje llegó a las costas lejanas del norte donde fue recibida con un gran alboroto de las aves marinas que en ellas vivían. Cuando se repuso del duro esfuerzo se encontró rodeada de numerosas aves que incesantemente le realizaban un montón de preguntas: ¿De dónde vienes? ¿Cómo son los humanos que viven contigo? ¿Cómo juegan sus niños? ¿Qué deporte hacen? ¿Cómo son las playas y las costas de tu casa?...
Acerina miró en su interior en busca de respuestas y sólo encontró un enorme vacío. Había vivido toda su existencia soñando con otros lugares que se había olvidado de conocer y disfrutar el paraíso en el que le tocó vivir. Sin más y radiante de alegría emprendió el vuelo hacia su amada isla. Cuando llegó aprovechó para conocer hasta el último rincón de Lanzarote, espió a los “maxoreros” que habían llegado allí desde la cercana África, escuchó sus leyendas de menceyes y harimaguadas hasta que, por fin, logró llenar el enorme vacío que tenía en su interior y se sintió orgullosa de su tierra y de su procedencia.

Cuentan aves que han llegado a la isla que han visto a Acerina recorriendo el mundo entero para conocer otros lugares maravillosos. En cada uno de ellos cuenta a quién la quiere escuchar hermosas historias de su isla mientras sigue aprendiendo de los nuevos lugares que visita.

El Alisio, cuando finalizó esta bonita historia y antes de emprender de nuevo su camino, me dijo que muchos de nosotros debíamos aprender de Acerina para saber valorar la hermosa patria canaria en que afortunadamente nos tocó vivir, que no es ni mejor ni peor que otras pero que, simplemente, es nuestra casa.

“Mi patria es la porción de humanidad que me vio nacer”
José Martí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

<> es una de los muchos personajes aventureros que nos representan.
Si fuese "Acerino", no diría que he perdido mis costumbres, historias, algo de vocabulario y muchísimas más cosas. Contestaría con que muy poca gente ha sabido guardarlo y que transformarlo a la lengua de hoy es una tarea muy difícil y perfeccionista¡Saludos a tod@s!