Sé que lo que haces no lo haces
para recibir el reconocimiento de nadie. Sé que lo que haces lo haces por
convicción, porque siempre has sido un hombre de convicciones y todo lo que emprendes
lo emprendes con todas sus consecuencias.
Debo reconocer que antes de
conocerte ya había oído hablar de ti. Tu fama, aunque fuera con nombre ficticio
te precedía. Compartimos dos luchas y dos empeños y no hemos renunciado a
ninguno de ellos, aunque trabajemos por lo que creemos desde dos terrenos
distintos.
En la lucha por la solidaridad
que hemos emprendido yo he optado por la comodidad del salón de mi casa y tú
por saltar al terrero. Lo mismo pasó en la otra meta con la que los dos
soñamos, tú estuviste también directamente en la brega.
El ver las fotos que subes a
Internet de tu magnífico trabajo en Gambia y cómo nos recuerdas que los logros
que se están consiguiendo son logros de todas las personas anónimas que colaboran
con lo que buenamente pueden, me reconforta. Me hace pensar que todo no está
perdido y que los humanos no sólo creamos destrucción.
Tu ejemplo, y el de miles de
personas que desde la comodidad de sus hogares entregan su ayuda económica, nos
hace tener esperanza en que un mundo mejor es posible y que conseguirlo no está
en las manos de los políticos o de los gobiernos, sino en la mano de gente de
la calle, sin nombre muchas veces, que se sacrifica dentro de sus posibilidades
para que el planeta donde vivimos sea más solidario, mas justo y más “humano”.
Muchas gracias.
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